Ideas Estancadas

— ¿Por qué corres?

— Tengo miedo…

— ¿Por qué deberías tenerlo? ¿Soy aborrecible?

— No… Tu no lo eres-

— ¿Y por qué tienes miedo entonces?

— Es que… -

— ¿Acaso no sabes lo que sucede en este lugar y por eso temes? ¿Por qué deberías aborrecer este placer? Todos nosotros amamos esto. Tú también, lo sé. Quienes dicen no hacerlo, ellos son unos mentirosos, nunca lo han probado. ¿Eres pecadora, Samanta?

— Lo soy. Pero no te tengo miedo a ti ni eso que haces todo el día. Pasando fluidos de cuerpo a cuerpo y… oh dios, ¿de verdad puedes introducir eso en ese agujero? Yo, yo… yo…

— Tienes miedo, eso es lo que tienes, miedo a lo desconocido. Pero si tú mejor que nadie sabes lo que hacemos. Has roto las normas de seguridad sólo para vernos y has deseado estar aquí. Te veo caminando por los pasillos largos y extensos del purgatorio, y cuando llegues a tu destino final, donde Gabriel te espera, él te dirá: "Habéis permitido que las injurias y los malos deseos entrasen en ti; habéis sido corrompida por Daradiel, habéis encontrado vuestro final, deberéis de descender y arder, porque tuyo no es el reino de los cielos.". Ahí es cuando Gabriel alzará su espada e irá a por ti, pero puedo salvarte.

- ¿Salvar… me? Yo, yo… ¿Pero acaso ya no estoy perdida?

— Jejeje, me haces reír. Por tanto sólo te queda una opción. ¿Por qué no lo haces rápido? Puedo escucharte gimotear a mi lado. Tu final no será malo, piénsalo.

— ¿Pero eso que hacen no me hará daño? Es decir, he escuchado rompiendo cosas, pero nunca he visto nada que se pueda romper en este lugar…

— Lo que hagamos es lo de menos, lo importante es lo que sientas. Y sé que sientes ganas de acercarte. Vamos, tócame, y estaremos bailando juntos con las estrellas. Daremos vueltas alrededor de nuestra propia nube cósmica de placer y saciedad. ¿Por qué no?


— Hey, Samanta, ¿estás bien? — Dijo un hombre a su lado.

El marrón de sus ojos había desaparecido, había entrado en un trance. Samanta no podía responder mientras miraba aquella masa pútrida de lujuria y deseo.

Ronaldo gritaba repetidas veces su nombre, pero ella no respondía. De pronto se alzó un chasquido en el lugar, y la cascara blanca de Samanta pasó al rojo.
Calló al suelo, gritó, y luego volvió en sí. Pudo acomodar su cabello dorado antes de hacer resonar otro chasquido y haces retroceder al hombre.

— ¡¿Qué demonios, Ronaldo?! — Gritó la mujer.

Ronaldo se había enojado, pero sabía que lo tenía merecido. Al fin y al cabo no fue la mejor manera de sacar a Samanta de ese estado. Le preocupaba el hecho de que fuera absorbida por esa maraña sádica. Él le tenía aprecio, y hubiera pasado a algo trágico si no hubiera hecho algo, aunque él mismo se preguntaba si sólo era aprecio.

— Lo siento Samanta. Sabes lo que hace eso, no puedo simplemente dejarte mientras te veo caminar hacia ellos.

— Bueno, no importa. Suerte que te tengo aquí, él me pidió que fuera a eso.

— ¿Él? — Preguntó extrañado.

— Si, él. ¿Nunca lo has escuchado? Me habla cada vez que pasamos por aquí.

— Realmente no, ¿qué es?

— Es una voz, la de un hombre. Parece como si lo supiera todo, o al menos eso trata. Habla con una delicadeza y de forma tan precisa que me hace pensar en si en realidad ir hacia eso es malo. — Decía Samanta mientras se arreglaba el cabello y veía de reojo la masa de personas.

— No pienses así, Samanta. Sabes que eres esencial para el proyecto, no puedes simplemente abandonarlo para entrar ahí.

— No lo sé… Lo pienso, y se ven alegres, sin problemas, sin preocupaciones. Me preguntó si será lo mejor seguir aquí.

— Samanta… Creo que eso ya te está empezando a afectar.

— No sé si sea eso. ¿Si recuerdas que el entrenamiento contra-cognitivo no hace efecto contra esto, cierto?

— Cierto…

— Pienso que esto es más que un efecto cognitivo. Ese hombre es más que una simple perturbación de la psique. Es como… la disuasión encarnada en una voz.
Creo que todos le creerían… yo-

— No digas que…

— Yo empiezo a creerle. Y pienso que realmente…

Mientras Ronaldo permanecía desconcentrado, Samanta tomó impulso con su pie y acertó un golpe entre pierna y pierna. Donde se dice que el hombre ve el fin del mundo cuando es maltratada. Y Ronaldo empezó a revolcarse en el piso mientras Samanta corría hacia la masa.


— ¿Entonces? ¿Tienes miedo?


Mientras corría, guardias de seguridad armados empezaron a dispararle a la mujer mientras su bata se tornaba al carmesí.

— ¡REALMENTE…! — Gritó la mujer antes de desplomarse en el suelo.


— Yo… yo…

— ¿Qué piensas ahora que llegaste a tu fin?


Los guardias empezaron a alejarse del sitio para recoger a Ronaldo, y mientras lo hacían, el hombre que yacía desplomado vio como algo de Samanta surgía. Y podía ver a una mujer con el cabello níveo, y piel de nieve. Ronaldo pudo ver aquello que yacía en la oscuridad de la ropa, como todas las prendas dejaban su marca y como se creaba una diferencia entre la piel al sol y la oculta, y también pudo ver como volteaba hacia él y lo saludaba. Tal vez fue lo mejor que Ronaldo hubiera visto en años, y tal vez lo más fuerte:

— Él dice la verdad. Ya no tengo miedo. — Dijo la mujer antes de caminar hacia el tumulto de sexo y depravación.

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